sábado, 29 de septiembre de 2012

Aires de independencia soplan en Cataluña

NOTICIA-INTERNACIONAL/ALTAR AL DIA
BARCELONA.– El independentismo catalán vive sus momentos de mayor impacto nacional e internacional. El pasado 11 de septiembre una marcha multitudinaria recorrió las calles de Barcelona en una verdadera demostración de fuerza nacionalista catalana que reunió a más de un millón y medio de personas que defendían el lema: “Cataluña, nuevo Estado de Europa”. Al margen de las cifras, impresionantes si se tiene en cuenta que la población de Cataluña no llega a los siete millones de habitantes, y de la gran polémica que se ha generado en España, ¿qué hay detrás el deseo de muchos catalanes de separarse de España? “Es como un matrimonio mal avenido que después de años de conflictos y desencuentros se enfrenta a un doloroso divorcio provocado por una grave situación económica”. Con esta metáfora, un conocido y prestigioso editor barcelonés (que prefiere mantener el anonimato) explica a Excélsior cómo se entiende la voluntad de muchos catalanes de separarse de España. La situación no es nueva, pero nunca el independentismo había tenido tanta fuerza. Las encuestas coinciden: el porcentaje de catalanes que votarían en un referéndum por la independencia de Cataluña llegó en julio pasado a 51.1%. Para muchos catalanes la independencia ya no es más un horizonte lejano, ahora, más que nunca, se ve como una meta cercana. Una complicada relación histórica La relación histórica entre España y Cataluña ha sido siempre compleja, pero la podríamos resumir así: hace casi 300 años los catalanes perdieron una guerra de sucesión monárquica frente a la España del rey Felipe V de Borbón que, victorioso, eliminó todos los derechos culturales, lingüísticos y legales tradicionales del pueblo catalán. Aquella batalla del 11 de setiembre de 1714, nunca ha sido olvidada por los catalanes y, de hecho, la fiesta de Cataluña (“Diada”) se celebra ese día y conmemora aquella derrota frente a España. “A pesar de aquella derrota y después de tres siglos, los catalanes nos seguimos sintiendo catalanes, no hemos perdido nuestro idioma, ni nuestra forma de ser”, explica a Excélsior Ignasi Termes, representante de la Asamblea Nacional Catalana, organización que convocó la gran marcha independentista. Esta situación se hace más evidente cuando se viaja por el interior de Cataluña. En las zonas rurales y pequeñas ciudades, como Vic, Manresa, Ripoll, Reus o Girona (alejadas del gran entorno urbano de Barcelona) es sencillo descubrir que una parte importante de la población habla el español con dificultades (la única lengua que se siente como propia y la de uso cotidiano es el catalán) y que muchos de esos ciudadanos nunca se han sentido españoles más allá de lo que pone en su pasaporte. Para los catalanes independentistas como Termes la reflexión es muy clara: “Catalunya es una nación. Tenemos nuestra historia, cultura y lengua propia. Somos una realidad nacional y sólo debido a una invasión formamos parte de otro estado llamado España”. Durante casi tres siglos Cataluña no ha acabado nunca de encontrar la manera correcta de encajar en España porque, según relata Termes, “el Estado español es una diversidad de pueblos, pero eso siempre se ha negado desde el poder centralista español que nunca ha querido entender que España era un Estado diverso y plural”. ¿Por qué ha crecido el independentismo? Para Antoni Traveria, director de Casa América Cataluña y periodista especializado en las relaciones entre Cataluña y América, “es evidente que hay un desencuentro y que una parte de la población catalana busca el divorcio porque creen que es imposible alcanzar un encaje que les satisfaga dentro de España”. En conversación con este diario, destaca que entre España y Cataluña, “la distancia es cada vez mayor ya que el pueblo catalán se siente mayoritariamente agraviado por las decisiones que se toman en Madrid respecto a los intereses de Cataluña”. Otro factor fundamental en el desarrollo del independentismo en Cataluña es la gran transformación de las generaciones de jóvenes catalanes. Al contrario de sus padres y abuelos, los jóvenes de hoy se han formado en una escuela en la que los referentes culturales no son españoles y en la que se asume, desde niños, que Cataluña es un país, una nación, dentro de un marco político llamado España. Además, muchos catalanes consideran que el nivel de autogobierno y de financiación dentro del Estado español son insuficientes y que Cataluña sigue sin encajar en una España. El matrimonio forzoso también se rompe porque la sensación de complicidad ha desaparecido y surge la frustración. “España no ha avanzado hacia un estado federal, como Alemania y Estados Unidos. Y hoy, ante una grave crisis económica, es cuando de una forma más evidente Cataluña se da cuenta que está dando mucho más de lo que el estado te devuelve”, resume Traveria. Como ha escrito estos días en la prensa catalana Jordi Font, historiador y director del Instituto del teatro de Barcelona: “Ante la evidencia de estar viviendo en casa ajena y en la imposibilidad de construir una casa común, no hay más salida que hacer una casa propia”. El ahogo económico Al margen de los motivos históricos, la mayoría de los medios de comunicación nacionales e internacionales vinculan el auge del independentismo catalán a la crisis económica. Muchos catalanes no ven los beneficios de los impuestos que pagan y mandan a Madrid, y por ello dudan sobre las ventajas de estar en España y exigen tener el control de su propia hacienda. Para Ignasi Termes, “Cataluña es una región próspera que no tendría que tener los problemas económicos que tiene al margen de la crisis mundial que afecta a todos”. Cataluña sufre un gran déficit fiscal (la diferencia entre lo que los ciudadanos catalanes tributan a través de los impuestos y reciben en inversiones del Estado español): cada año los catalanes pagan 16 mil 438 millones de euros que no retornan a Cataluña en forma de inversiones (es el equivalente al 8.4% de su PIB, según los datos oficiales del año 2009). Este ahogo económico evidente se ha hecho insoportable para muchos catalanes que han decido que la independencia es la única salida. Pero un hipotético proceso de independencia de Cataluña no sería un camino fácil. Los grandes partidos españoles son contrarios a ese reclamo. Para los conservadores del Partido Popular (PP) del presidente Mariano Rajoy, la unidad de España es “indiscutible”. Para los socialistas del PSOE, la apuesta es una España federal, al estilo alemán, con una Cataluña fuerte y con amplios poderes, pero dentro de una España descentralizada. Ni unos, ni otros, han conseguido convencer hoy a (al menos) la mitad de los catalanes de que vale la pena estar en España. Además, la Constitución española no admite la independencia y, por otro lado, el reconocimiento de la Unión Europea a un nuevo Estado catalán parece muy complejo. El conflicto de intereses entre la ley, la política y la voluntad popular es evidente ya que, como comenta a Excélsior Gerard López, periodista de Catalunya Ràdio (la radio pública catalana) especializado en asuntos políticos, “las legalidades a veces no prevén las voluntades del pueblo. Es lo que ahora está pasando, un choque de legitimidades. Hay quien cree que la legitimidad está en la Constitución española y hay quien cree que la legitimidad está del pueblo catalán” ¡Adéu Espanya! Después de la reunión entre el presidente de España, Mariano Rajoy, y el presidente de Cataluña, Artur Mas, la situación ha empeorado: “Nos ofrecen lo de siempre. (...) Se ha perdido una oportunidad histórica” declaró Mas a la salida de su reunión en Madrid. La víspera, el Parlamento catalán aprobó su propuesta de celebrar una consulta sobre la soberanía de Cataluña “preferentemente” en la próxima legislatura, que arrancará tras las elecciones regionales que Mas ha anticipado en dos años y se celebrarán el 25 de noviembre. El referéndum, según Mas, debe celebrarse con o sin la autorización del Estado español. Ayer, Mas respondió a las “amenazas” del Ejecutivo español frente a su intención de celebrar un referéndum independentista, asegurando que “no se podrá impedir” la consulta.