NOTICIA-ESTATAL/ALTAR AL DÍA
TOMADO DE: EXPRESO
POR: SERGIO GRACIA
ALTAR, SON.- Este municipio enclavado en la entrada del desierto de Sonora languidece poco a poco por la falta de actividades originadas a la sombra de los migrantes y del “pollerismo”.
Los empleados y dueños de hoteles ven con desesperanza la falta de los clientes habituales que son los migrantes que antes llegaban por miles diariamente, enganchados desde el sur del país por las organizaciones de traficantes de humanos.
El municipio de Altar, a 400 kilómetros al Norte de Hermosillo, Sonora, limita al oeste con el municipio de Caborca, al suroeste con el municipio de Pitiquito, al sur con el municipio de Trincheras, al sureste con el municipio de Oquitoa y al este con el municipio de Tubutama y el municipio de Sáric.
Al Norte este gran trozo de desierto limita con Estados Unidos, en particular con el estado de Arizona y el Condado de Pima, lo que es el gran atractivo para el trasiego de drogas e indocumentados.
Muchos de los migrantes llegaban por su propio pie a bordo de camiones de líneas comerciales o en el tren del que se bajaban en el monte o en Caborca, donde eran “enganchados” por los “coyotes” o “polleros”.
La guerra entre narcos y 'polleros'
En Altar, más que en cualquier parte del estado, la tensión de la población se puede sentir en el ambiente y se puede cortar a navaja.
La gente se siente vigilada, todos saben que están vigilados por las organizaciones de “polleros”, pero sobre todo por los narcotraficantes y sus llamados “puntos”, que son personas que se dedican a reportar las 24 horas del día quién pasa por la zona.
La bonanza terminó para Altar hace poco más de un año, cuando los narcotraficantes se cansaron de los “polleros” y decidieron declararles la guerra.
Y es que el exceso de migrantes por las rutas alejadas causó la sobrevigilancia de la Patrulla Fronteriza de los Estados Unidos, del Ejército Mexicano y de todo tipo de organizaciones policiacas.
Esta vigilancia ha frenado el paso de la droga, que antes se hacía con relativa facilidad, causando el enojo natural de los jefes del narcotráfico.
La señal más clara de esta guerra, no fue el asesinato de migrantes en zonas despobladas, sino la ejecución de Félix Adolfo Jáuregui Meza, “El Paletero” de 34 años de edad, cuyo cuerpo fue hallado “encobijado” y con huellas de tortura a un costado de la carretera Caborca-Pitiquito.
“El Paletero” era quien controlaba gran parte del negocio del “pollerismo” en la zona de Caborca-Altar-Sonoyta.
La actividad bajó de manera drástica, ya que los “polleros” comprendieron el mensaje y cambiaron el destino de su “mercancía humana”, lléndose a otras fronteras. La ruta Altar-El Sásabe dejó de ser negocio.
La caída
La falta de migrantes ocasionó el cierre de casas de huéspedes, dejaron de venderse miles de galones de agua, refrescos, alimentos para la aventura por el desierto y comida a la orilla de la carretera.
Decenas de tiendas que vendían ropa y calzado para ocultarse en el desierto cerraron, quedando unas pocas alrededor de la Plaza Principal y de la Iglesia.
Cientos de familia se han quedado sin sustento, ya no hay empleos. No se venden los periódicos, ni alimentos, ni la gente se hospeda en los hoteles. “Altar se está muriendo”, dice enojado un vecino de esa ciudad.
Y abiertamente lo dicen: Porque los narcotraficantes no permiten el paso de migrantes por el desierto.
Los restauranteros dicen lo mismo. Unos han cerrado y otros sobreviven a duras penas. A la orilla de la carretera se observan los negocios cerrados y la ausencia de taxis y camiones que antes eran una algarabía.
Solamente alrededor de la Plaza algunos migrantes compran ropa y calzado para cruzar por el desierto. Alguien inventó unos zapatos de alfombra para caminar por el desierto y no dejar huellas que orienten a los policías fronterizos de Estados Unidos.
El par cuesta a 50 pesos, 250 pesos la ropa camuflajeada, otros tantos las mochilas, lo cual encarece los gastos.
Antes de cruzar siquiera el desierto, los migrantes ya gastaron cerca de diez mil pesos, desde que salieron de Michoacán, Guanajuato o cualquier estado del Sur-Sureste de México.
Con las caras serias compran su ropa o lo que les alcance, y de nuevo intentarán cruzar a Estados Unidos, ya que algunos de ellos allá tienen a sus padres, hijos, amigos.