Veneno que no mata…
Por: Martín Alberto Mendoza
Dicen que no es fácil llegar sino mantenerse por encima de todo y esto es sin duda uno de los principios básicos y fundamentales para alcanzar el éxito, sin embargo, hay que entender que existen adversidades que aunque no imposibles de superar, pero que sí, complican la existencia.
Resulta descabellado e insolente el pregón de que nadie necesita del apoyo del prójimo para caminar venturosamente en sus afanes, porque en su momento todos requerimos del respaldo por minúsculo que sea, y este se da del menos impensado.
No obstante la soberbia y arrogancia son mezquindades que nos impiden ver mas allá del propio egoísmo que desafortunadamente nos hace sentirnos ungidos e iluminados, pero todo es espurio e insípido.
Hay que entender que solo hay un verbo hecho carne que EL lo sabe todo; ese es nuestro creador; el Padre de la humanidad, dicho teológicamente. Nadie más. El resto son flatulencias.
Es ineludible comprender que para sobrevivir es primordial aceptar que siempre habrá alguien que tienda su mano, aunque después el pago sea una desmedida ingratitud provenida de la materializada condición humana.
En el plano personal eso es lo de menos, porque lo más importante es crecer satisfactoria y espiritualmente, sin dejar de soslayar que ello dejará una gran enseñanza y que el mal nacido siempre será un mal nacido, indiscutiblemente.
Ahora bien la amistad si existe; solo falta encontrar verdaderos amigos. Aquellos que tengamos la entereza de decir congruentemente y con sinceridad: Gracias. Lo demás son trivialidades.
Escuchar y voltear hacia los entuertos y tiranos vituperios de gente pusilánime
es insano y estéril. Esas expresiones solo desdibujan ineptitud, negligencia y sobre todo impotencia de quienes surcan los lánguidos y brevísimos caminos de un avizorado fracaso.
Bien dice la conseja popular que veneno que no mata engorda y en esa tesitura justo es seguir caminando y construyendo el diario vivir, ignorando maledicencias y erróneas suposiciones y conjeturas que, al final no son mas que insidiosos deseos de devaluados entes malparidos.
PD: Doy gracias a Dios que mi padre nunca estuvo preso por narcotraficante y mucho menos por tráfico de indocumentados. Aunque pobre, pero concluyó su existencia terrenal sin esas “hazañas”, que no dejan mas que el amargo sabor de la desdicha. No hay necesidad de tanto brinco y menos de escupir hacia arriba. Hay que tener una poquita de vergüenza si es que se conoce, aunque lo dudo. Que asquerosidad.