viernes, 11 de octubre de 2013

La canadiense Alice Munro gana el Nobel de Literatura 2013

NOTICIA-INTERNACIONAL/ALTAR AL DÍA


CIUDAD DE MÉXICO.El Nobel de Literatura de este año recayó en “una contadora de historias”, en una mujer nacida en el campo, “que no pertenece a un medio privilegiado, ni intelectual, ni universitario”, en alguien a quien se le dificultó mucho escribir, que tardó, pero que finalmente hizo de la literatura su vida.
Es la escritora canadiense Alice Munro, de 82 años, considerada una maestra del cuento contemporáneo, “la Chéjov” de su país, con cuya obra, dedicada casi por completo al cuento, la Academia sueca revalora este género. Es la primera vez, en 112 años, que se premia a un autor que sólo escribe cuentos.
La narradora, que figuraba desde hace años en la lista de los favoritos al Nobel de Literatura, dotado con 1.2 millones de dólares, es además la primera canadiense y la decimotercera mujer en obtener este galardón.
El jurado de la Academia sueca, cuyo fallo se dio a conocer ayer, señaló que la obra de Munro se caracteriza por la claridad y el realismo sicológico. “Sus historias se desarrollan en ciudades pequeñas, donde la lucha por una existencia decente genera a menudo relaciones tensas y conflictos morales, anclados en las diferencias generacionales o de proyectos de vida contradictorios”.
Autora de 12 libros de cuentos y una novela, Las vidas de las mujeres (1971), Munro se mostró ayer contenta con la noticia. “Sabía que tenía posibilidades, sí, pero nunca pensé que ganaría”, dijo a la agencia The Canadian Press en Victoria.
“Me da mucho gusto esta decisión, porque le están dando el Nobel a un género poco considerado en este tipo de galardones. Se lo dan a una gran cuentista. Munro es una cuentista aguda, con una prosa límpida y una capacidad de análisis y observación de la realidad prodigiosas”, afirma Sandra Lorenzano.
La estudiosa y crítica de la literatura explica que es importante este premio porque si bien la obra de Munro es muy conocida en habla inglesa y la mayor parte de sus libros se encuentran traducidos al español, es muy poco leída en México.
“Este reconocimiento será un aliciente para su lectura. Los lectores latinoamericanos se van a sorprender con lo familiar que les van a resultar los temas y las aproximaciones que hace a la realidad canadiense”.
Hernán Lara Zavala festeja que le hayan dado el Nobel de Literatura a una mujer, a una cuentista y a una canadiense. “Las tres cosas son importantes. Aunque Munro no era la candidata natural de los canadienses, porque Margaret Atwood posee una obra más ambiciosa y basta, hay que celebrarlo. La Academia sueca está reivindicando al cuento, género que ha sido un poco olvidado. Llegó el momento de que el relato tenga una presencia en el siglo XXI”.
El cuentista Mauricio Montiel encuentra en el premio a Munro un mensaje velado. “Pese a que sabemos que el Nobel suele darse por motivos geopolíticos, básicamente, en este caso nos están diciendo que el cuento goza de extraordinaria salud en la época contemporánea, pese a la negativa de los editores en todo el mundo de publicarlo. El género está vivito y coleando”.
Dice que la obra de la canadiense tiene algo que le ha interesado seguir. “Son sus libros de relatos entrelazados o unidos entre sí por vasos comunicantes. Me gusta ese tipo de estrategias. La relaciono mucho con el realismo sicológico. Aborda ese tejido de las relaciones humanas y la posibilidad o la imposibilidad de llevarlas a buen puerto. Tiene un estilo muy preciso, transparente y profundo”.
Andrés Ramírez, director literario del grupo Random House Mondadori, al que pertenece el sello Lumen, que publica la obra de Munro en español, detalla que tienen en su catálogo cuatro de sus libros: La vida de las mujeres,Amistad de juventudDemasiada felicidad y Las lunas de Júpiter, de los cuales existen ejemplares en librerías, pero que en dos semanas estará lista una reedición.
El editor adelanta que además, a finales de octubre, se lanzará en español el libro más reciente de la cuentista, Mi vida querida, obra autobiográfico de la que ha dicho que será el último libro que publique.
“Tiene un público selecto. Escribe sobre temas relacionados con la pareja, las mujeres, la relación entre padres e hijos, con un estilo muy claro, transparente, ágil, pero con una profundidad abrumadora, magistral. La caracteriza un humor bastante sutil y negro”, dice Ramírez.
La ceremonia de entrega del Nobel de Literatura 2013 tendrá lugar en Estocolmo el 10 de diciembre próximo, aniversario luctuoso del fundador del premio, Alfred Nobel.
Su obra
La canadiense es autora de 12 libros, una novela y el resto de cuentos. Éstos son los disponibles en español:
  • La vida de las mujeres
  • Amistad de juventud
  • Demasiada felicidad
  • Las lunas de Júpiter
  • Progreso del amor
  • Secretos a voces
  • El amor de una mujer generosa
  • Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio
  • Escapada
  • La vista desde Castle Rock
Ganadoras
Éstas son las 13 mujeres que han obtenido el Nobel de Literatura:
  • Selma Lagerlöf, Suecia (1909)
  • Grazia Deledda, Italia (1926)
  • Sigrid Undset, Noruega (1928)
  • Pearl S. Buck, Estados Unidos (1938)
  • Gabriela Mistral, Chile (1945)
  • Nelly Sachs, Suecia (1966)
  • Nadine Gordimer, Sudáfrica (1991)
  • Toni Morrison, Estados Unidos (1993)
  • Wisława Szymborska, Polonia (1996)
  • Elfriede Jelinek, Austria (2004)
  • Doris Lessing, Reino Unido (2007)
  • Herta Müller, Alemania/Rumania (2009) 
  • Alice Munro, Canadá (2013)
El ojo
Con autorización de Random House Mondadori, publicamos extractos de Mi vida querida, obra autobiográfica próxima a publicarse.
Alice Munro
 (...) Normalmente no había nadie con quien hablar más que yo. Las tareas de Sadie y las de mi madre las mantenían casi siempre apartadas, y en cierto modo tampoco creo que hubieran disfrutado mucho hablando juntas. Ya he mencionado que mi madre era una mujer seria, que antes de darme lecciones a mí daba clases en un colegio. Quizá le habría gustado poder ayudar a Sadie, enseñarla a pulir el habla, pero Sadie no daba muestras de querer ayuda de nadie ni de hablar de un modo distinto al que había hablado siempre.
Después del almuerzo, que era la comida de mediodía, Sadie y yo nos quedábamos solas en la cocina. Mi madre se echaba un rato, y con suerte los bebés también dormían una siesta. Al levantarse se cambiaba de vestido, como si esperara una tarde apacible, aunque desde luego habría más pañales que cambiar y también aquella escena de mal gusto que yo procuraba no ver, cuando el más pequeño mamaba de un pecho.
Mi padre también dormía la siesta, apenas quince minutos en el porche, con el Saturday Evening Post tapándole la cara, antes de volver al granero.
Sadie calentaba agua en la cocina y yo la ayudaba a fregar los platos, con las cortinas echadas para mantener el fresco. Cuando acabábamos fregaba el suelo, y yo lo secaba con un método que me había inventado: patinar dando vueltas y más vueltas sobre unos trapos viejos. Luego descolgábamos las pegajosas tiras amarillas de atrapar moscas que se ponían después del desayuno y ya estaban llenas de moscas negras muertas o que zumbaban agonizantes, y colgábamos tiras nuevas, que para la hora de la cena volverían a llenarse de nuevos cadáveres. Y entretanto Sadie me hablaba de su vida.
Entonces no me resultaba fácil juzgar la edad de la gente. Para mí había niños o adultos, y a ella la consideraba una adulta. Puede que tuviera dieciséis años, puede que dieciocho o veinte. Fuera cual fuera su edad, más de una vez me aseguró que no tenía ninguna prisa por casarse. (...)
(...) Ella no era como otras, decía. Ella no iba a dejarse atrapar.
Atrapar. Cuando decía eso, yo veía caer una gran red de alambre con las que unas criaturas malvadas te envolvían hasta asfixiarte para que no pudieras salir nunca. Sadie debió de verme la cara de susto, porque dijo que no había que tener miedo.
—No hay nada en este mundo que deba darte miedo, solo hay que saber cuidarse.

—Sadie y tú habláis mucho
—dijo mi madre.
Supe que se avecinaba algo y que debía ir con cautela, aunque no sabía de qué se trataba.
—Te cae bien, ¿verdad?
Dije que sí. (...)

(...) Mi madre vivía con una gran desazón. ¿Echaba en falta tener amigas distinguidas? ¿Mujeres que jugaran a bridge, casadas con hombres que fueran a trabajar en traje y chaleco? No exactamente, aunque eso estaba descartado de todos modos. ¿Quería que yo volviera a ser como antes, que no me importara quedarme quieta mientras me hacía los tirabuzones, y recitara de memoria los textos de catequesis? Mi madre ya no tenía tiempo para esas cosas. Y dentro de mí empezaba a germinar una semilla traicionera, sin que ella supiera por qué, ni yo tampoco. En catequesis no había hecho amistad con nadie del pueblo; en cambio, adoraba a Sadie (...).